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La ciudad inteligente necesita ciudadanos inteligentes

La ciudad de Medellín cuenta con el Sistema Inteligente de Movilidad (Simm), compuesto por un circuito cerrado de televisión, paneles de mensaje variable, apoyo a la planeación de la red semafórica, un software central, un sistema de geolocalización AVL, uno más de visualización, un portal web y un sistema de fotodetección.

Se lanzó un proyecto piloto de movilidad fundamentado en el concepto de ‘ciudades inteligentes’, utilizando el internet de las cosas (IoT) y la inteligencia artificial (IA).

En Medellín empezarán a rodar buses y taxis 100 por ciento eléctricos.

Todo esto, buscando que la capital antiqueña se convierta en una ‘ciudad inteligente’. Sin embargo, para los expertos, de poco sirve tanta tecnología si no se cambian los hábitos de movilidad con dependencia 100 por ciento del vehiculo por diversas soluciones de movilidad sostenible (electromovilidad) como scooters o patinetas eléctricas, motos y autos.

La alcaldía ha hecho un ejercicio interesante pero hay que entender que los cambios culturales toman muchos años. Para lograrlo se debe llegar a los colectivos y no individualmente. Y esos colectivos pueden ser las empresas, que han mostrado una tendencia a ser socialmente más responsables.

En 2017, el Área Metropolitana del Valle de Aburrá (Amva), autoridad ambiental y de transporte, emitió una resolución (1379) en la que les pide a las empresas con más de 200 empleados que implementen un plan de movilidad empresarial sostenible, con el fin de disminuir emisiones en 10 por ciento cada año.

La estrategia no para ahí. Una vez implementada, se hace un seguimiento y para esto la alcaldía propuso utilizar una app llamada Appimotion, que permite tomar decisiones de viaje, individuales o compartidas, no solo trazando la mejor ruta, sino que indica la mejor opción para movilizarse y las implicaciones de irse en carro, como gasto en gasolina y emisiones.

La idea es que con esa información, los empleados puedan acumular puntos que al final se traducen en salario emocional o beneficios que cada empresa puede definir.

Se realizó un plan piloto de cinco meses, que logró, con el Amva, reducir en 20 por ciento las emisiones, “lo que demuestra que es buena opción”.